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Tríptico 194 Técnica mixta, 65 x 125 cm, 2002

 

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La Unica Invitada Luis González de Alba

Carlos Torres es un hombre que no vive en las preocupaciones de la fisica o
la cosmología contemporáneas. Pinta, matiza, traza, emplasta, sufre cuando
no le gusta, afina. Pinta. Por otra parte, siempre resulta detestable y
pedante el crítico que emplea conceptos de las ciencias duras para fabricar
alambicados e ininteligibles párrfos urdidos para asombrar a sus lectores
con sapiencias que nadie, por descontado, irá a comprobar.

Pero a los entusiastas de las ciencias no puede sino asombrarnos la pintura
de Carlos Torres. Esos negros mate y puros que medio cubren todos los
detalles de color pacientemente armonizados, perfeccionados; sutilezas
trabajadas para luego acabar bajo un manchón humo, o sumergidas parcialmente
en cemento antes de fraguar, o. último e irremisible término: quemadas con
soplete. Es como asomarse a una noche estrellada, a mañanas azules, pero
tampoco quiero seguir por allí porque conozco abominables pinturas que
parecen espacios interplanetarios, baraturas de ilustrador astronómico y
malo. No, Carlos Torres fabrica abstracciones, siempre sin título, en donde
algunos podemos ver lo muy grande o lo muy pequeño, reflexionar sobre el
empleo del espacio como parte del cuadro cuando hay un trozo de pintura que
se le desprende y deja un hueco que esperará infinitamente un acomplamiento
para siempre inminente y para siempre imposible.

Ah, la de pláticas entre tequilas y cocteles a lo que ésto se presta. Un
trozo de cuadro recortado y colocado aparte: el amor imposible, dice uno; el
amor simple y llano porque nunca conoces a quien amas, dice otro ya más
borracho; el hueco es la espera insatisfecha; no, dice el guitarrista, es el
acorde con la tercera suspendida que busca su resolucion en el acorde de
tónica, pero la resolucion no llega. Es que, ah, los lugares comunes
inevitables, el espectador recrea la obra, afirma un sociólogo copa en mano
a la pasada.

Cuando todos se hayan ido de la sala, terminarán las reflexiones y las
interpretaciones. Permanecerá un solo dato objectivo, una sola invitada: la
gran belleza de los cuadros de Carlos Torres. Porque la belleza no tiene
geografías ni épocas, elude interpretaciones. Es inefable. Es platónica. Se
tiene o no se tiene. Hoy o en mil años.

Guadalajara, Agosto de 1999.



Para Carlos Torres Severo Sarduy

El negro obtura,
el blanco perfora y desata;
el negro es luz en ruina
ceniza del sentido;
el blanco es palabra inpronunciada;
la claridad sin nombre
que nos acompaña
en el infinito
prenatal
y
póstumo...

Paris, Junio de 1990


 

 
               


© CarlosTorres, 2003